En Busca Del Piso Perdido

El rumor empezo a correr una tarde de verano disfrazada de primavera, con el sol calentando el asfalto con toda la mala leche que pudo reunir en tan poco tiempo.

Los edificios empezaban a agitarse nerviosos, y cuchicheaban entre ellos a una frecuencia que el ser humano no era capaz de percibir. Se alertaban los unos a los otros a una velocidad de vertigo, y en cuestion de horas toda la ciudad estaba al tanto de la fatidica noticia, desde el mas alto edificio de negocios (aunque creedme, estos estaban a salvo) hasta la casucha mas pequeña de la periferia, hecha con pladur y escupitajos. Y es que los edificios no distinguen de razas para estas cosas. Aunque si para todo lo demas.

Bueno, el caso es que estaban todos acojonaditos, ya que se habia filtrado la informacion de que aquellos molestos pero atractivos humanos buscaban piso de nuevo.

Asi que esa misma noche se reunieron los edificios mas sabios en una reunion secreta, como hacian en la antigüedad, con el fin de dar con el plan definitivo que lograra eliminar para siempre aquella molestia cuasianual.

Hablaron durante horas, y cada uno tenia una idea distinta para solucionar el problema. Como los edificios, aparte de sorprendentemente imaginativos para el mal son terriblemente testarudos, tardaron un dia mas en ponerse de acuerdo entre ellos. Pero lo hicieron, y trazaron un plan que consideraron perfecto en primera instancia. Mierda en la segunda.

La primera parte del malefico plan trataba minar la moral del enemigo, a lo estrategia belica. Conformaron una primera linea defensiva que consistia en la cochambre mas miserable, los peores pisos de la ciudad que se llenaron de basuras, escombros e insectos para la ocasion. Cada vez que un casero (esos seres que no forman parte de ningun bando, ratas mezquinas y miserables que no caen bien ni a humanos ni a edificios) abria cualquiera de sus puertas, el piso en cuestion se esmeraba en desnivelar el suelo de sus habitaciones, encharcar la poza de la cocina o impregnar sus paredes con un olor mezcla de yaya muerta y cien mil comidas cocinadas en el mismo aceite.

El alegre e idiota optimismo de nuestros amigos humanos desbarato, como no podia ser de otro modo, la precariedad de esa primera parte.

La segunda parte atacaba directamente a la fortaleza fisica del ser humano, ser enclenque por naturaleza. Los siguientes pisos a ser visitados se organizaron de tal manera que quedaban siempre en las puntas mas alejadas de la ciudad, por lo que nuestros heroes anduvieron como trescientos veinte kilometros en cosa de dos dias.

Salvaron el obstaculo con un oportuno cambio de calzado.

Y el plan llego a su tercera y ultima parte.

Mariquita el ultimo.

2 humanos diciendo cosas:

Unknown dijo...

Al final los edificios ganaron algo de tiempo con maniobras de subterfugio, menos mal que sois avezados cazadores y teníais más de uno en la mira telescópica

Jota Joel dijo...

Buah, como odio a los caseros, los seres más miserables sobre la faz de la tierra. A uno que teníamos le llamabamos Mister Scrouch, como el del cuento ese de los fantasmas de la navidad. Y eramos generosos, que se apellidaba gusano. ¿Qué habrían hecho sus antepasados para ganarse el apellido? Seguro que eran caseros también.

Me voy a comprarme un jersey de polyarci a las rebajas. Agur!