Son las tres de la mañana, y como mi imaginacion funciona con dibujos animados, unos ojos de un blanco perfecto parpadean sobre el negro de la noche.
Algo no esta funcionando del todo bien, piensa el propietario de esos ojos. No se si esto es normal, pero que todos los dias haya que tumbarse al anochecer sin otra cosa que hacer que mirar la infinita oscuridad, no me parece a mi que este pensado a fondo.
Los ojos vuelven a parpadear, y en el reloj marcan las tres y veinticuatro de la madrugada.
El aburrimiento de los años ha derivado en juegos absurdos que solo pueden realizarse en total oscuridad. Asi, en mitad de la noche, separa los brazos lo maximo posible con la esperanza de que al juntarlos se encuentren los dedos indices. Tambien presiona fuerte con la palma de la mano sobre sus parpados, con el fin de ver unas estrellas blancas que arrojen algo de luz al asunto. O se acerca un dedo lentamente al ojo, abierto de par en par, hasta que lo toca sorpresivamente. Son cosas de mucha risa, pero solo en la mas absoluta negrura.
Nunca le habian dicho que habia que cerrar los ojos al echarse a dormir, asi que con algo tenia que matar el tiempo hasta que amaneciese.
Cambio de parrafo con lapso de tiempo. Ahora es la mañana siguiente, y ya no estamos en la habitacion, sino en la cocina. La radio de la mañana suena monotona, unicamente interrumpida por el tintineo de las cucharas que remueven el colacao de antes del colegio.
- Oye Carlos...
- ¿Mmh?
- Tu... Dime ¿Tu cuando te echas por las noches, cierras los ojos?
Se produce un silencio. Incluso el locutor se ha callado porque algo no le encaja. El cerebro dormido de Carlos sabe que le estan preguntando algo anormal, pero no son horas para molestarse por esas nimiedades, asi que tras unos segundos de somnolienta indecision, resuelve contestar sin mas.
- Si, al final si.
- Ya decia yo...
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