El Frio Es En Mi Habitacion

Abri la puerta de mi habitacion, y un soplido como de pelicula me traspaso los huesos congelandome el tuetano. Fue como abrir la caja de pandora, el frio ancestral se extendio por el mundo, los cubitos de todo el planeta se hicieron un poco mas duros y un niño del hemisferio sur se rompio una paleta al morder su polo de limon.

Un pinguino paso entre mis piernas, deslizandose a toda velocidad sobre la tarima flotante y congelada.

Exhale por primera vez ante ese frio nunca antes conocido, y el vaho que salio de mis pulmones se quedo quieto en el aire, totalmente estatico. Cristalizo con un sonido muy guay, como si alguien con zapatos de cristal pisara una hoja seca cubierta de nieve, y se rompio contra el suelo en miles de pedazos.

La habitacion estaba en penumbra. Deje mis llaves, junto con la cartera y el movil y saque un par de mantas para ponermelas por encima de la batamanta, que la tenia sobre la...

- ¡Ostias!

- Hola, Os car -el sonido de su voz te congelaba la nariz por dentro, y pronunciaba muy raro, asi como entrecortado, con un ruido hueco como el que hacen los icebergs que se derriten lentamente.

- ¿Pero que coño...?

- Soy el Frio. Con mayus culas. Todas las cosas tienen un ori gen, y el mio es tu habi tacion. ¿No sabes? Ven, sientate aqui con migo.

- Tio, bajate de mi cama, que me estas dejando todo hecho un cristo.

- Oh. Per dona -bajo con un movimiento lento, pausado, dejando una marca de humedad en la colcha con el claro dibujo de sus nalgas.

De pie en mitad de mi cuarto pude observarlo con detenimiento: Media mas de dos metros, y eso sin contar esos cuernos, unas astas similares a las de los renos, solo que parecian hechas de madera muerta y seca. Todavia mas arriba, una nube le acompañaba siempre a la misma distancia, como si su posicion viniese dada con el punto de origen que era su nariz. Una nevada interminable se desvanecia con suavidad y elegancia y nunca llegaba a tocar el suelo. Su piel era perfecta, sin arrugas ni marcas de ningun tipo, solo que de color azul, y brillaba como brilla el hielo a punto de fundirse. Sus brazos, largos y finos parecian del mismo material que sus cuernos, y unas manos nudosas, enormes temblaban levemente en los extremos. Por ultimo sus pies, dejando un charco congelado en el suelo, carecian de dedos. Supongo que por la misma razon que los de Juanito Oiarzabal.

- ¿Que haces aqui?

- No lo se, para ser te sincero. Yo estaba muy tran quilo. Provo caba heladas, so plaba muy fuerte alla donde me apete cia. Que me aburria, nevada que te crio, y me hacia un hue co en los informa tivos de an tena tres. Granizo austra liano, viento helado en el puente del ebro, es carcha en los arboles perennes, esos gilipo llas... todo a mi bola, que soy un excentri co. Pero nun ca tuve conciencia de mi mismo, hasta que de repente, fui. Y fui en tu habi tacion.

- Moola -mi propio monstruo del frio, ahi en mi habitacion empañandome la ventana por fuera. Siempre habia querido uno de esos-. Oye, he quedado en casa de estos, que vamos a cenar, ¿te vienes?