El Chiste Facil Del Monoculo

Comptcernius era un mono de naturaleza curiosa.

De ese tipo de simios peligrosos que no pueden dejar el mundo tal y como esta, y necesitan abrir las cosas de cualquier manera para ver como funcionan o seguir ese cable pelado para averiguar donde termina, y por que.

Por supuesto, el macho alfa de la manada de Comptcernius tomo la firme y correcta decision de expulsarlo de una manera que el considero amable, pero que algunos monos calificaron como "algo tosca", y otros monos mas temerarios tristemente fallecidos tacharon de "salvaje y despiadada, no logro encontrarle sentido al uso de aquel palo afilado".

Es por eso que nuestro curioso amigo y sus pajaradas viven solos en su arbol. Con el cerebro echando humo. Elucubrando un nuevo pensamiento en cada segundo, dejando que las alas de la paloma que es su locura lo lleven a las alturas, y tratando de esquivar sin exito los errores en forma de heces que ocasionalmente caen sobre sus hombros.

Fue una temporada jodida cuando le dio por preguntarse acerca del interior de los cuerpos. Empezo abriendo escarabajos, pero debido a su miopia no conseguia vislumbrar nada entre tanta viscosidad, y siempre acababa comiendoselos con un gesto abatido. Los pajaros y ratones de la sabana seguian siendo demasiado pequeños, asi que enseguida eligio un objetivo del tamaño apropiado.

Kilkunida la jirafa, conocida por su asquerosa riqueza y su trastorno alimenticio era el sujeto ideal para sus experimentos.

Asi pues, mientras en uno de sus arrebatos de medianoche una sonambula Kilkunida empezo a engullir compulsivamente las copas de todos los arboles a la redonda, Comptcernius se agazapaba en su puesto en la rama esperando el momento, y cuando llego, salto haciendo el angel.

Aproximadamente en lo que dura una digestion, un mono un poco mas sabio salio tan maloliente como triunfante. Y un sorprendido esfinter se gano una medalla al esfuerzo por su dilatada carrera.

La Pobre, Pobre Niña Repollo

Era una noche oscura y tormentosa.

La tormenta se estaba tomando su trabajo realmente en serio, y estaba decidida a batir un record en lo que a cantidad de agua por metro cubico se trataba. Soplaba con denodada fuerza tratando de arrancar las fragiles baldosas, y de vez en cuando dejaba caer un relampago, ya que segun ella las cosas no acababan de estar bien hechas hasta que no les añadias un par de rayos y algunos truenos.

- O tambien podriamoz llamar a la abuela y gaztarle una broma. Ez un clazico, pero no por ello menoz divertido.

- Vamos a ver. Si has vetado lo de la linea erotica, ¿que te hace pensar que yo voy a apoyar llamar a la yaya?

A los niños vikingos no les gustaban las tormentas. La lluvia chafaba gran parte de la diversion en exteriores, y la diversion en exteriores era la mejor clase de diversion. Una vez acabados los tipicos juegos destructivos de interiores, y despues de los gritos de una madre mas vikinga que madre, se vieron obligados a pensar en una alternativa que no acabara en sacrificio.

- ¿Que te parece si llenamos unos globos de orines y se los tiramos a los pringados de ahi abajo? -sugirio Kerosen mientras miraba con anhelo por la ventana, pero la ausencia de viandantes chafo sus esperanzas.

- No tengo piz. Zi quierez lez lanzamoz ezta zilla.

- Jolines, ¿es que nos vamos a pegar la tarde aqui encerrados sin nada que hacer?

- Oye -el tono de Kevaiven bajo hasta lo confidencial-, ze de una cueva donde hay un zeñor muerto.

Si algo se puede decir de esta tormenta, es que tenia un exquisito sentido de la oportunidad, aparte de un orgulloso y algo desquiciado gusto por la teatralidad. En ese mismo instante se esforzo en iluminar la estancia para asi llenarla de sombras, por lo que aparecio un relampago dibujado con esmero que cruzo la diagonal de la ventana. El trueno hizo temblar los cristales con discrecion y buen hacer.

- Ya estamos. ¿No querras ir otra vez a tocar al mendigo con un palo no? Te he dicho cienes de veces que ese olor no es de una persona muerta. Canso.

- Zi que ez. Caramierdaz.

- Pues no capullo, los muertos huelen mas como a... ¡Epa! ¡Ya se lo que podemos hacer!

- ¡Como!

- ¡Vamos a meternos con la niña repollo!

- Jajaja. ¡Dalez, dalez!

Si los niños vikingos no hubiesen salido de la habitacion entonces, habrian podido ver la apasionada traca final que concienzudamente habia preparado la tormenta. Un expectaculo que contenia explosiones, arboles desarraigados, apasionantes acrobacias aereas, violentas peleas entre postes electricos, amor pigmeo e incluso una vaca. Un colofon redondo que tiempo despues estudiarian con entusiasmo las pequeñas tormentitas con infulas de tifon.

Pero se lo perdieron. Por andar a insultar a la pobre niña repollo.

De Los Altibajos Y Otras Zarandajas

Examinando el comportamiento de los humanos en su habitat natural, y siempre procurando no alterar el estado de las cosas permaneciendo como mero observador, se pueden apreciar ciertos patrones de conducta, maneras de tratar unos con otros que desde dentro serian imposibles de ver.

La primera conclusion, algo precipitada, que se puede sacar es que la gente alta trata con superioridad a la gente pequeña. Puedes verlos como atisban desde las alturas, mirando con definida indiferencia al mundo que opera atolondrado por debajo de su hombro, como si fuese un universo aparte que apenas tuviese que ver con su vida, la vida real.

Las cosas que deambulan por debajo de su linea de horizonte son borrones pequeñisimos, motas de polvo que hay que andar esquivando para poder andar por la calle, coger el autobus o comprar un bocadillo.

Pero si siguiesemos investigando, llegariamos al siguiente nivel.

No es solo la gente alta. Simplemente es la gente mas alta. Aunque sea pequeña.

Si un pequeño sujeto se ve liberado del yugo de pertenecer al grupo, y se ve rodeado de pronto por congeneres de menor estatura, rapidamente cambiara el rol de esclavo metrico para convertirse en el patron de los pigmeos. Comenzara su particular dictadura sin recuerdo alguno de su anterior estado, y actuara con igual o peor determinacion que una persona alta de verdad. Asi como te lo cuento.

Observemos ahora la pareja que nos ocupa. El de la izquierda es el maton del patio del colegio. Repetidor de tercero de la E.S.O. con honores (recibio un diploma cuando hizo triplete), el mas alto del recreo, ese que siempre almuerza lo mejor de la mejor madre. En cambio el de la derecha, pese a su altura, es el mas pequeño en su equipo de baloncesto. Sus compañeros negros le pegan con la toalla en las duchas y en los partidos unicamente se ocupa de rellenar los vasos de agua.

Pues bien.

Momentos despues de tomar la instantanea, y sin aviso ni razon aparente, el tipo desgarbado de la derecha propino una soberana paliza al rubiales.

Lo revento a ostias.

Asi son los humanos, seres incomprensibles, pero adorables al fin y al cabo.

Con La Casa A Cuestas


Y con un caro efecto de polvo de estrellas, Lormu vio su deseo concedido.

Y si. Fue una estupidez.

Mira que hay que ser tonto, o haber leido muy pocos libros en tu vida, o haber visto las peliculas justicas, para ir pidiendo deseos alegremente a la primera tia buena en minifalda y en miniatura que se aparece ante tus ojos.

Para no faltar a la verdad, tengo que admitir que yo no estuve alli, que ese dia habia quedado, pero imagino que la cosa fue mas o menos asi:



Ese caracol arrastrandose por los suelos de una tarde de verano, bajo un sol abrasador buscando un sitio con un indice de humedad que por lo menos llegue a lo positivo.

Ese hada oportunista, siempre ojo avizor que lee el cerebro del caracol, ese cerebro con sabor a deseo y olor a lechuga, que resuena entre los demas cerebros como una sirena de barco entre un monton de flautas traveseras.

- ¿Que pasa Lormu, te veo ahi un poco jodidillo no?

- Callaa -cuando llevas toda tu vida arrastrandote, no te molestas en ser amable con las desconocidas, por muy bonitas piernas que tengan. Y no solo los gasteropodos.

- No, si no quiero molestarte. Yo soy de esas personas altruistas que solo buscan el bien de los demas asi porque si. Porque soy buena gente -parpadeo encantador. Tink tink.

- Oh. Pues entonces me vienes de cojon. ¿No concederas deseos, por casualidad?

- Pues si, fijate -las adorables manitas del hada agitando distraidamente la varita, que como manda la tradicion acaba en forma de estrella. Unos polvitos de colores caen con ruiditos chispeantes, y no llegan a tocar el suelo-. Cualquier deseo te sera otorgado. Te advertiria sobre las restricciones sexuales, pero con los hermafroditas suelo hacer una excepcion.

- Tu no te preocupes por eso. Mi deseo desde que era una caracolita ha sido siempre el mismo. Yo quiero ser como un humano.

- Pfff...

- ¿Que?

- ¿Que?

- ¿Pasa algo?

- Nada nada. Deseo concedido -el brazo de la varita dibuja algo asi como un ocho en el aire, y una pequeña explosion ocupa el lugar de Lormu. La risa histerica del hada resuena aun cuando el pequeño cuerpazo ha desaparecido hace un rato.



Y ahi esta el tio. Como un humano. Con la casa a cuestas.